domingo, 21 de noviembre de 2010

flashes de la playa de mi vida


Realmente, es una redacción que escribi hace tiempo y me gustó. Y nada, para empezar por algo:

Cuando salía del coche, acalorada, ayudaba a cargar toallas y bolsas. De camino al mar, me quitaba las chanclas de plástico y notaba el tacto caliente de la arena en la que se hundían los dedos de mis pies que hacían un mayor esfuerzo de lo normal para salir, se impulsaban y daban un paso más; haciendo equilibrio con la toalla y las chanclas en una mano y la cesta en la otra intentando esquivar los cardos. Imposible, ¡ay!, levantaba el pie descalzo y me deshacía del cardo seco clavado.
   Por fin, después de un largo camino buscando el sitio adecuado, descargar las cosas, desnudarse, ponerse una crema solar fugaz e ir corriendo al mar, primera inmersión. Las piernas apresuradas se encuentran con la resistencia del agua a medida que avanzan hacia el interior hasta que se pierde el equilibrio y no queda más remedio que abandonarse al agua fría, salada, marina. Cerrar los ojos... oscuro, abrirlos... ver borroso y cuando se acaba el aire, salir a la superficie a respirar, fregarse los ojos, escuecen.
    Impregnada de sal, que al sol se seca y se convierte en una segunda capa de piel que te estira levemente. Nadar y nadar y reír y nadar y hermana y bucear y coger caracolas y nadar y hacer el pino y nadar y jugar con la pelota y con el flotador y hacer el muerto y nadar y una voltereta hacia adelante y otra hacia atrás. Pasa el tiempo y la tierra alrededor del sol y es la hora de comer. Toalla llena de arena, coger el sitio debajo de la sombrilla, beber agua sin conseguir saciarse y con el bocata en la mano, hincarle el diente: tomate, tortilla todavía un poco cruda, huevo, aceite, más sal y pan blandito; masticar, mezcla de sabores y texturas y tragar, así hasta el siguiente bocata, ¿jamón, queso o sobrasada?; finalmente melón, al morderlo se te empapan las mejillas, sabor dulce, mejillas pegajosas. Nueva dosis de crema solar y al sol, un libro de verano, música de verano o una siesta de verano, es el momento en el que todos los sonidos toman vida, el profundo y constante ruido de las olas, las cigarras... De vez en cuando, mi madre, con las manos llenas de más crema, fría y refrescante. Lo siguiente, pasear, objetivo: ir hasta la otra punta de la playa. A lo largo del camino, rocas, gente conocida, cuesta de arena, subirla, calor, sudor, bajarla corriendo, viento, risas compartidas, arena, suelo, caída, la cara llena de arena, baño, algas.
Volver, el sol está bajo, la tierra sigue dando vueltas, último baño, fuera arena, fuera algas, fuera bañador mojado y hacia casa, volver a cargar las bolsas, deshacer el camino, coche, ducha, cena, jugar a cartas, y soñar.

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