jueves, 25 de noviembre de 2010

corazón

Tuvo una infancia dura. Bueno, al menos no lo pasó bien, llena de soledad e incomprensión sólo porque no pensaba como los demás, o porque no quería ser como ellos aunque a la vez quisiera compartir cosas, reírse, sorprenderse por las mismas cosas. Algún momento bueno sí que tuvo, cuando encontraba alguien que mínimamente se interesaba y se le mostraba comprensiva, se volcaba totalmente a esa persona y le abría su corazón que con el tiempo aprendió a cerrar, a no mostrar, no sin dolor, pena o tristeza. Aprendió a no mostrarse tal y cómo era sino a cómo los demás querían que fuera, aunque le costaba y no siempre lo conseguía. Aunque los demás se agobiaban enseguida según su punto de vista. Debía ser porque los idealizaba, pues eran los que le hacían caso, los que le brindaban una oportunidad que intentaba aprovechar sin conseguirlo, pues siempre se acababan alejando a pesar de la fuerza con la que se aferraba a que no pasara. Se fue del colegio esperando un mundo mejor, gente mejor, pues había pasado ocho años con los mismos y ya había perdido todas las esperanzas.
Realmente fue mejor, sólo que la emoción le cegaba y al abrir su corazón, se aprovechaban de su ingenuidad, su inocencia, su disposición a dar o hacer cualquier cosa con tal de preservar aquello que se hacía llamar amistad. Hasta que abrió los ojos y no sólo cerró su corazón, sino que le puso protección, un escudo, algo con lo que se pudiera defender. Perdió toda confianza, no entendía nada pero no quería que le hiciesen daño. Le falló mucha gente, seguramente porque esperaba más de lo que le podían dar. Se alejó, su mundo interior creció a la vez que un grueso muro protector del exterior. Cambió de instituto, como iba madurando, cada vez tenía más armas y herramientas de las que servirse. Pero el problema que tenía ahora era el contrario. Cuando le pedían que mostrara su interior, le daba miedo, se acojonaba y siempre huía e intentaba evitar esta situación, creando, estableciendo y manteniendo así, sólo relaciones superficiales. Poco a poco con el tiempo, consiguió intercambios más profundos con algunas personas que se podrían contar con los dedos de una sola mano.
Aunque cuando sus caminos se separaron, muchos de ellos le decepcionaron, pero así supo cuáles eran realmente sus verdaderos amigos. Aunque sigue sin comprender, sigue volcándose totalmente a las personas, sigue exigiendo más, y a la vez huye, se niega a mostrar su interior y le sigue costando tanto tanto. Ha aprendido a elegir más o menos la gente, aunque al fin y al cabo siempre te puedes equivocar y te pueden acabar fallando, a mostrarse tal y cómo es, pues si no es así, se crea una relación falsa sin ningún tipo de valor. Sigue sin entender cuál es el mecanismo para que todo funcione, cómo se consigue el equilibrio.
corazon-bishop allen 

1 comentario:

Yuliettte dijo...

El equilibrio no se consigue. Creo que no se consigue nunca. Siempre hay quien da más que los demás. No hay relaciones en las que ambas personas aporten lo mismo. Al menos no en el mismo momento. Lo importante es saber apreciar lo que te ofrecen, y dar siempre lo mejor de ti. Sin exponerte demasiado mientras no estés segura, pero sin esconderte tampoco... No hay dos personas iguales, y por tanto no hay nadie que pueda darte lo que tu das. Busca quien te aporte lo que necesitas y a quien tu puedas devolver el favor, aunque no se trate de las mismas cosas.

=)